Enrique  VIII llegó al trono gracias a la mala salud de su hermano mayor,  Arturo. Una vez muerto éste, Enrique recibió el título de Príncipe de  Gales que ostentan todos los herederos al trono inglés y se casó con la  viuda de Arturo, Catalina de Aragón. Enrique VIII fue un monarca  enérgico, autoritario y aficionado tanto a la música y la cultura como a  las fiestas, la caza y las diversiones. Aunque en su juventud era  descrito como un joven muy apuesto, durante sus últimos años sufrió las  consecuencias de sus excesos gastronómicos, padeciendo grandes dolores  por la gota y heridas en la piernas que no curaban bien. Además, su mala  alimentación le provocó obesidad, varices y escorbuto.

Enrique era hijo de Enrique VII Tudor, perteneciente a una rama secundaria de la casa de Lancaster, y de Isabel de York. Esta alianza matrimonial supuso el fin de la guerra de las Dos Rosas, la rosa roja que representaba a los Lancaster y la rosa blanca de los York. Para simbolizar esta unión, ambas rosas pasaron a formar parte de la heráldica de los Tudor en forma de una rosa con una corola de pétalos rojos y otra interior de color blanco.
Enrique fortaleció el poder de la monarquía, pero  la sucesión se convirtió en un verdadero problema para él. De todos los  hijos que tuvo con Catalina sólo sobrevivió María, lo que supondría, muy  probablemente, el final de la dinastía Tudor. Por este motivo, cuando  Catalina ya no puede tener más hijos decide anular su matrimonio y  casarse con una mujer más joven que pueda darle el ansiado hijo varón, como  ya sabéis.
Para poder casarse de nuevo, Enrique decide  romper relaciones con el Pontífice y convertirse en la suprema autoridad  de la Iglesia Anglicana.
Dicen que el monarca, aficionado a la  música, compuso para su nueva esposa una canción, muy conocida en el  mundo anglosajón, Greensleves (mangas verdes).
Pero este  segundo matrimonio con la noble inglesa Ana Bolena tampoco  da lugar al nacimiento del deseado varón. Como su esposa no poseía  familiares influyentes en las familias reales europeas, el rey no duda  en juzgarla y ejecutarla para casarse después con Juana  Seymour, con la que consigue engendrar un hijo, el futuro Eduardo VI.  Pero la pobre Jane muere poco después del parto, por lo que su viudo  puede casarse otras veces más, esta vez movido por intereses políticos y  personales. Con Ana  de Cleves se casó para establecer una alianza con los protestantes.  Como no le agradaba su esposa (parece ser que el retrato que Hans  Holbein pintó de ella antes del enlace estaba hecho con mucha buena  voluntad ¡y mucho "photoshop"!), disolvió su matrimonio (ella no se  opuso ¡cómo hacerlo después de lo que había pasado con Catalina y con  Ana Bolena!), para casarse con la joven Catalina Howard,  a la que terminó por juzgar y ejecutar. Sus últimos años los pasó con  su última mujer,  Catalina Parr, la única de las seis que le sobrevivió.
Retrato de familia de Enrique VIII. En él aparecen,  en el centro, el rey acompañado de una de sus esposas, Jane Seymour, y  el hijo que tuvo con ella, Eduardo. A la izquierda se sitúa la princesa  María, hija de Catalina de Aragón, y a la derecha la princesa Isabel,  hija de Ana Bolena. De esta manera en el cuadro están presentes cuatro  de los cinco reyes que componen la dinastía Tudor: Enrique VIII; Eduardo  VI; María Tudor e Isabel I.
Hoy, 8 de Marzo, celebramos el día de la Mujer Trabajadora, relacionado con el tema que estamos tratando os dejo una breve reseña sobre una mujer de esa época.
Beatriz Galindo (Salamanca, c. 1465 – Madrid, 23 de noviembre de 1534), nació en una familia de hidalgos de origen zamorano. De entre sus hermanas, fue elegida para ser monja, para lo que sus padres decidieron que tomase clases de Gramática en una de las instituciones dependientes de la Universidad de Salamanca. Mostró grandes dotes para el latín, no sólo en la traducción y lectura de los textos clásicos, sino que también era capaz, a los quince años, de hablar con gran corrección en esta lengua. Se cree que fue alumna del gran Elio Antonio de Nebrija y que llegó a impartir clases en la Universidad de Salamanca. Su fama se extendió primero por la universitaria Salamanca y después por todo el reino y empezó a ser conocida como «La Latina». En 1486, cuando se estaba preparando para ingresar en el convento como monja, fue llamada por la reina Isabel la Católica a la Corte, nombrándola camarera personal de la reina y ocupándose de enseñar latín a las infantas Isabel, Juana, María y Catalina.
Su presencia en la Corte no se limitó únicamente a sus labores como preceptora de latín, sino que la monarca también apreciaba mucho sus consejos.
En 1491 contrajo matrimonio con el capitán artillero y consejero de los Reyes Católicos Francisco Ramírez de Madrid, boda para la que los Reyes Católicos le dieron una cuantiosa dote. Tuvo dos hijos, Fernán y Nuflo. Enviudó en 1501, retirándose de la corte y asentándose su residencia en Madrid, el que hoy es el Palacio de Viana.
Se le debe la fundación del Hospital de la Concepción en 1499, conocido como Hospital de la Latina y que terminaría por dar nombre al barrio madrileño en el que se encontraba y también de casas para la educación de niñas pobres que ella misma dirigió. Se le atribuyen poesías latinas y unos Comentarios a Aristóteles, aunque también había estudiado teología y medicina.
 
 Monumento a Beatriz Galindo en el barrio de la Latina, Madrid. Fuente.
Lope  de Vega se hizo eco de su virtud, dedicándole estos versos:
“Aquella latina
que apenas nuestra vista determina
si fue mujer o inteligencia pura
docta con hermosura,
y santa en lo difícil de la corte
¡Mas que no hará quien tiene a Dios por norte!”



 
 
 
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